20101016

Estrellas

Noche Estrellada de Van Gogh
Buscó a tientas el pequeño despertador digital de números brillantes entre la nebulosa de trastos que decoraba su mesilla de noche y lo sumergió entre el caos de mantas y sábanas rosas antes de decidirse a mirarlo.

Eran las 91 horas y 90 minutos de la madrugada y no podía dormir. Se quedó un buen rato pensando, aún en su interminable duermevela, si era tarde o pronto o, como decían en aquella película, si ya era tan tarde que se había hecho temprano. Para salir de dudas, echó un vistazo al pedacito de cielo que sus cortinas no llegaban a esconder. No vio nada. Probablemente, dedujo, eso era indicio de que el Sol no había salido y, además, no tenía pensado hacerlo en un buen rato.

Estupendo, pensó. No era tan malo sufrir de insomnio, al fin y al cabo. Podría salir a la terraza, acurrucarse en la hamaca bajo su manta favorita y disfrutar de las Perseidas, la tan famosa "lluvia de estrellas" veraniega, hasta que el sueño se diese por vencido y le otorgase al fin su dulce abrazo. Aunque, tal vez, ya era algo tarde para tal actividad, se dijo. El momento óptimo para observar los destellantes meteoritos era entre las 2 y las 6 horas de las noches de agosto... y ya eran las 91 horas y 90 minutos de una madrugada de octubre...

¡Qué rápido pasa el tiempo!, pensó. Excepto, claro está, cuando uno quiere y no puede dormir...











Estrella de Super Mario