20101218

Las flores de las mañanas de invierno

Hay una cita que a mi hermana le encanta. Es de Enrique Ernesto Febbraro y dice: "Cuando llueve, comparto mi paraguas; si no tengo paraguas, comparto la lluvia."

No está lloviendo, ni estoy escuchando la popular canción de Rihanna sobre compartir su umbrella; simplemente he pensado en paraguas.

Un paraguas es un utensilio que muchos (no todos) usamos para resguardarnos en los días lluviosos (si veis Mary Poppins, descubriréis que tiene otros usos, mas os desaconsejo que los probéis sin supervisión de un experto).

Hace mucho tiempo, en un lugar no tan lejano, me encontraba, como cada mañana, caminando hacia mi facultad. Era uno de esos días que la tele describe como de "fuertes precipitaciones en el tercio norte de la Península", lo que permitió que me pasase todo el trayecto fijándome en los utensilios que los demás viandantes usaban para resguardarse de la lluvia. El mío, como el de la mayoría, era negro; unos cuantos, en cambio, eran de colores vivos (rojos, amarillos, azules) y alegraban la vista desde kilómetros a la redonda: brillaban en medio de la infinita grisura invernal.

Desde entonces utilizo un paraguas verde, porque los paraguas de colores son las flores de las mañanas de invierno. Y pocas cosas me gustan más que una flor.




 



Tooru Honda, tan adorable como un paraguas

20101213

Onironáutica

Hoy me he despertado con la poco agradable sensación de no poder mover ni un solo músculo de mi cuerpo. Se conoce como "transtorno de la parálisis del sueño" y, en esta ocasión, me lo he provocado yo mismo al despertarme voluntariamente de un Sueño Lúcido (¡bien por mí!).

Un Sueño Lúcido es, como el propio término indica, un sueño donde uno está lúcido. El protagonista es consciente de que está soñando y, en ocasiones, es capaz de controlar su mundo onírico a voluntad. Sin límites. Las sensaciones de poder, libertad y euforia que se experimentan son inigualables e indescriptibles.

E igualmente indescriptible es la sensación de realidad: el mundo onírico, pese a mostrar ciertos tonos de idealismo, se presenta tan real como el "mundo real"... e incluso más. Al fin y al cabo, nuestra percepción del entorno físico no es sino una más de las creaciones de nuestra mente (o, más exactamente, una recreación formada a partir de estímulos externos).


Aquí surge mi duda existencial de hoy:
¿Es realmente nuestro cerebro físico el que se inventa todo nuestro universo onírico?
¿O es nuestra mente inmaterial la que crea ese mundo material que creemos que nos rodea?

Todo un clásico entre las dudas. :)









Lelouch y Nunnaly también duermen

20101203

ΔM = ロ。ロ

Hoy he alcanzado el 6.6 en el programa de aumento de mi coeficiente de maldad.
Es un número especial :) Porque es el número de...


Rolo angel sin plumas

:) Algún día seré tan malvado como tú, Rolokun.














Jesse, James y Meowth malvados

20101016

Estrellas

Noche Estrellada de Van Gogh
Buscó a tientas el pequeño despertador digital de números brillantes entre la nebulosa de trastos que decoraba su mesilla de noche y lo sumergió entre el caos de mantas y sábanas rosas antes de decidirse a mirarlo.

Eran las 91 horas y 90 minutos de la madrugada y no podía dormir. Se quedó un buen rato pensando, aún en su interminable duermevela, si era tarde o pronto o, como decían en aquella película, si ya era tan tarde que se había hecho temprano. Para salir de dudas, echó un vistazo al pedacito de cielo que sus cortinas no llegaban a esconder. No vio nada. Probablemente, dedujo, eso era indicio de que el Sol no había salido y, además, no tenía pensado hacerlo en un buen rato.

Estupendo, pensó. No era tan malo sufrir de insomnio, al fin y al cabo. Podría salir a la terraza, acurrucarse en la hamaca bajo su manta favorita y disfrutar de las Perseidas, la tan famosa "lluvia de estrellas" veraniega, hasta que el sueño se diese por vencido y le otorgase al fin su dulce abrazo. Aunque, tal vez, ya era algo tarde para tal actividad, se dijo. El momento óptimo para observar los destellantes meteoritos era entre las 2 y las 6 horas de las noches de agosto... y ya eran las 91 horas y 90 minutos de una madrugada de octubre...

¡Qué rápido pasa el tiempo!, pensó. Excepto, claro está, cuando uno quiere y no puede dormir...











Estrella de Super Mario